Es conocido que el origen tuvo un carácter eminentemente
social de relación en el espacio de la milonga, la práctica, y que este primer
objetivo, a fuerza de experiencia y práctica pudo ir completándose con la
búsqueda y el perfeccionamiento técnico de la caminata y figuras tangueras.
Como en todos los bailes populares hubo gente que quedó
enganchada a la práctica social que esta actividad suponía. Ayudó seguramente a
sentirte menos solo, a conocer a otros y quizá a buscar y encontrar compañero o
compañera para compartir tu vida.
Otros, además, se esforzaron en buscar la excelencia en la
ejecución de esta sentida danza.
En nuestra época, esto ha supuesto que a veces se evalúe
nuestro nivel de perfeccionamiento para participar en encuentros y maratones,
pudiendo incluso ser rechazado en alguno de ellos.
El culmen está en los encuentros privados, sin publicidad,
donde los asistentes son todos invitados por la organización o recomendados por
algún tanguero de confianza.
Sin llegar a este extremo, en los encuentros sobre todo
multitudinarios, pueden surgir grupos que buscan la excelencia en detrimento de
la relación social. No me refiero, por supuesto a que bailar con buenos
bailarines no sea deseable ni conveniente, bien al contrario. Sin embargo, la cuestión es si no deberíamos abandonar
ese otro aspecto social del Tango: la relación.
Esta relación social quizá a veces tenga que sacrificar en alguna medida esa otra relación que
podríamos llamar VIP. En las pequeñas milongas locales esto es más evidente. A
veces, pocas ciertamente, ves a tangueros o tangueras que dan por finalizada su
estancia antes del fin de la jornada porque “ya está todo vendido”. A veces se
elige el lugar próximo a la mesa de los excelentes, locales o foráneos. He oído
quejas en el sentido de que en aquella o en aquella otra milonga existen
grupos cerrados que sólo bailan entre
ellos sin apenas relacionarse con el resto.
Las milongas de asociaciones cuidan por lo general que todo
asistente sea bienvenido y participe de sus abrazos y acogida,
independientemente del nivel que tenga (claro que se entiende que al asistir
sabe bailar suficientemente).
Las risas, los abrazos, los saludos, las bromas, la alegría
de los reencuentros entre conocidos son para mí mucho más importante que
cualquier otra cosa cuando entro emocionado cada vez a la milonga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario