Me gusta emplear la tanguera frase “20 años no son nada” y la repito una y otra vez queriendo expresar de alguna forma lo que para mí ha resultado la emoción, el acontecimiento de mi encuentro con el tango, no hace tanto como veinte pero sí muchos ya. Y es que el Tango ha supuesto que mi vida haya cobrado sentido durante estos cortísimos años de felicidad y entrega a este abrazo largo y cálido. Y de repente, nada. El abrazo disuelto, los pies quietos, el alma perdida. Todos esperando y anhelando. A la hora de escribir estas reflexiones nueve meses, casi diez ya nos han pasado más lentos que los veinte años de Gardel. La espera desespera y después se amolda, se acomoda. Nunca pensé que la frase del célebre y nostálgico tango de Gardel fuese tan premonitoria. Casi toda la canción se adapta extrañamente a nuestro desasosiego, empezando por el constantemente invocado título, por el “Volver” que los labios tangueros no dejan estos meses de repetir, a veces convencidos, a veces ilusionad...