En el año 2002 ya habíamos empezado a ser asiduos a la milonga del Club, en los magníficos salones del Hotel Olympia, en Alboraya. (Antes habíamos visitado un par de veces el viejo Polit). Noche tras noche cada sábado cuando ascendíamos por las escaleras desde la recepción del hotel al área de los salones, aguzábamos el oído para saber dónde se celebraba la milonga en cada ocasión. Los acordes de un tango nos dirigían con la emoción a flor de piel hacia el salón correcto, y en la milonga siempre nos recibía Carlos Gracias. No había milonga sin ese recibimiento, y pronto comprendimos que Carlos era sinónimo de tango, de pasión, de emoción.
No recuerdo si fue en la primera o en la segunda, pero en
alguna de las dos en todo caso, cuando Carlos comenzó
a recibirnos en pie, abandonando por unos instantes su puesto de portero, con
un abrazo y un beso de bienvenida a cada milonga del Club. No valía de nada que
insistiéramos en que no se levantara a nuestra llegada, sobre todo en aras a su
ya avanzada edad. Carlos siempre nos demostró su cariño. Desde el primer
encuentro.
Pronto supimos que era uno de los primeros socios de Club
Tango Comunidad Valenciana y un personaje entrañable ya desde los tiempos
heroicos de El Polit. Siempre con su estampa porteña impecable, con sus trajes,
sus chalecos, camisas, corbatas y pañuelos a juego, elegantes sombreros… Jamás vimos a Carlitos descuidado, siempre
elegante, distinguido, amable.
Amaba su Buenos Aires al que iba tantas veces como podía. Y
a su ciudad y a su barrio lo elevaba a poema: …”Los porteños somos
nostálgicos, tenemos el amor de quedarnos contemplando el tiempo que se nos
resbala de la mano gustando un cortado(… )Yo dije en alguna ocasión, que Buenos Aires comenzaba siempre en un sueño más o menos intenso; por eso, hoy, aquí, en
Boedo, sobre la primavera porteña, me encuentro otra vez con algo que dejó
Homero Manzi, y que repito como un salmo: “San Juan y Boedo antiguo y todo el
cielo. . . “
Carlos tenía la palabra fácil y el discurso fluido, así que
tras meses asistiendo a la milonga del Club y oyendo de él la misma pregunta
una y otra vez acerca de nuestra pertenencia a la sociedad del Club Tango no
tuvimos más remedio que solicitarle formar parte de esta familia tanguera que después
tanto placer nos ha proporcionado. Eso también se lo debemos a Carlos, a
nuestro Carlitos.
Ciertamente estos últimos años han sido duros. Ha habido
pérdidas muy queridas para nosotros entre esta familia de acogida tanguera. Ha
sonado mucho “El adiós”. La barra antigua empieza a hacer de las suyas. Sirva
mi recuerdo a Carlitos como el recuerdo de todos los que se fueron de nuestro
lado.
El tango sigue y nosotros seguiremos sintiendo la emoción de
los acordes de tango cada vez que nos aproximemos a la entrada de una milonga.
Carlitos nos dejó su ejemplo en la milonga de la playa cuando el sábado nos
dijo que volvería a la milonga el sábado siguiente. Seguro que habría vuelto de
haber podido.
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