Tangueros que residen en Valencia o vienen aquí a practicar y compartir su pasión encuentran varias ofertas en la mayor parte de los días de la semana. Así que elegimos la o las sesiones de milonga a disfrutar cada una de las semanas. Lo que quizá muchos de ellos no sepan es lo que costó llegar aquí.
Puede que algunos conocieran casualmente el Tango en alguna
salida a Buenos Aires, puede que algún profesor o profesora se dejase caer por
Valencia y empezasen a conocer este maravilloso baile nuestro. Hablo de apenas
anteayer, de los años ochenta del pasado siglo.
Pero para practicar lo aprendido se necesitaba algo más. Se necesitaban
cuerpos que abrazar y ser abrazados, se necesitaba un piso acogedor, se
necesitaba, en fin, un reproductor de música donde Canaro, D’Arienzo y tantas
otras orquestas típicas sonaran en tandas interminables. No importaba si un
pick up o un cassette. Ni si el sonido era o no excelente.
Enseguida se comprendió que unidos era más fácil conseguirlo
y empezamos a asociarnos. El Tango pasó a ser un encuentro de amigos organizado
y remando en una misma dirección.
La Asociación Club Tango Comunidad Valenciana, la mía, la nuestra, comenzó su andadura el 30 de
Octubre de 1997, así que cuando yo llegué a ella en 2002 ya les había dado
tiempo a celebrar algún encuentro para ampliar horizontes. Naturalmente, muchos
podrán decir que en estos años mágicos surgieron asociaciones de tango en
varias ciudades más, El Garage de Zaragoza, Vallisoletango, Ágata Tango de
Guipúzcoa, Garúa de Bilbao,…Sí, los 90 fueron prolíficos.
El Polit, un bar entrañable para el tango de Valencia acogió
las primeras milongas con apenas unas cuantas parejas de bailarines y el
cassette trabajando con Carlitos, Vicente, Paco… Los sábados teníamos una cita
con la noche tanguera, siempre misteriosa, imprevisible, esa noche sigue siendo
reservada para el Club por casi todos los organizadores.
Luego, tras el Polit que cerró, llegó nuestro sitio más
emblemático, los estupendos salones del Hotel Olympia de Alboraya. Ahora ya
sólo acoge nuestro encuentro, pionero de los varios encuentros con que contamos
ahora a lo largo del año en Valencia. La directiva trabaja incansablemente para
salvar las incidencias semana a semana. Trabajo arduo. Yo lo sé bien.
Una asociación es algo más que una organización comunal.
Supone encontrarse, conocer, reencontrarse, compartir. En definitiva, estar en
casa, entre amigos que son como la familia e invitados bien recibidos.
Cuando asistes a una milonga local en cualquier lugar, notas
la complicidad de la milonga asociativa. Incluso notas que alguien se fija en
ti, que te contacta, que sabe que has decidido conocer a esa familia de
tangueros y tangueras, que te has desplazado para compartir y lo agradecen.
Cuando lo haces con un encuentro organizado por la Asociación del lugar sabes
que te vas a reencontrar con viejos conocidos, que los abrazos van a trascender
las tandas, van a mostrar todo el cariño y la alegría de volverte a ver. Ese es
el mayor aliciente para mí. Los trece años de asociado fiel lo atestiguan.
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