El otro día accedí casualmente, a la retransmisión del vídeo en directo “Miradas al Tango. Mesa 9” de la página de la Academia Nacional del Tango argentina en su página de Facebook (https://www.facebook.com/academianacionaldeltango/videos/1219641468523027) de las ponencias y posterior debate de cuatro tangueras, profesionales del tango unas y alumnas e investigadoras del CETBA otras, sobre el interesante tema de los planteamientos de género y roles en el tango que tan de actualidad está ahora.
Seguí con atención las tres ponencias,
1. María Asunción Prado y Miranda Basso (Argentina) - El
CETBA como proyecto institucional precursor de los planteos de género y roles
en el tango
2. Aurora Lubiz (Argentina) - Reflexionando sobre el camino
de la mujer en el tango
3. Natalia Fossati (Argentina) - Marcar se marcan las vacas. Modos de enseñar y la importancia del lenguaje en los discursos pedagógicos del tango a principios de los Años ´90"
que básicamente hacían un repaso a la
reciente historia de la lucha de tangueros y, sobre todo tangueras
concienciados con la necesidad de “deconstruir” el tradicional planteamiento
del baile del tango por roles masculino y femenino, avanzar y aún ir más allá del replanteamiento de los roles de
conductor/seguidor o leader/follower que tanto uso tiene en las convocatorias
de muchos encuentros de tango internacionales y, sobre todo en los maratones de
tango.
Desde distintos puntos de partida se describió la realidad
histórica del baile del tango y los
pasos que, según la experiencia de cada ponente, se habían dado, se estaban
dando y habrían de darse para avanzar hacia la igualdad de roles, cuando no
hacia la abolición de roles y en todo caso hacia la libre elección de rol de
cada uno de los practicantes de tango. Todo ello desde la premisa de la
discriminación manifiesta de la mujer tanguera.
Conforme avanzaba el desarrollo de las ponencias, me esforcé
en extrapolar lo que oía a mi propia experiencia de tanguero con más de 10 años
de aprendizaje y 20 años de práctica. Y sí, coincidí con muchas de las
aportaciones: comienzos clásicos de roles que se mantienen e incluso se
resisten a cambiar, iniciativas de movimientos feministas y LGTBI más o menos
combativos que fuerzan a que profesores y tangueros contemplen esta realidad,
evolución lenta en la mayoría de territorios pero avances hacia la
indiferenciación de roles, o al menos desde el planteamiento de género.
Mis clases siempre fueron las de “hombres aquí y mujeres acá”, la
importancia de la marca del hombre en tanto que ésta sea fielmente comprendida por la
mujer, etcétera.
Andando el tiempo, hace tan sólo unos pocos años, comencé a ver en las milongas asistentes que practicaban los roles de conductor y seguidor siendo ambos del
mismo sexo. Paralelamente a esto, parejas en las que la mujer conducía y el
hombre seguía. Muchas veces como práctica de lo que acababan de aprender en su
clase habitual de tango. Tengo que decir
que esto aceptado desde el primer momento como algo que se impuso de forma natural, si bien hasta la fecha también
hay que decir que minoritariamente.
Más adelante, conocí y asistí a algún evento específicamente “transgresor”,
queer (entrecomillo porque este término ha sido incluido en alguna de las
convocatorias por los organizadores y no tiene nada que ver con mi opinión).
Constato, por último que considero
enriquecedor esta dinámica, aunque yo mantenga mi rol de conductor,
seguramente por lo tarde que supone en mi caso el aprendizaje del otro, o quizá
porque sea el que personalmente prefiero.
Hay algunas cosas,
sin embargo, de las que discrepo, al menos parcialmente. Todos sabemos que los comienzos del tango
propiciaron la práctica entre hombres para suplir la carencia de mujeres y
estar más preparados técnicamente cuando surgiera la ocasión de practicar con
ellas, es decir, la asunción de roles en aquella época nacía de la pura
necesidad. En la práctica de tango actual ha habido o aún hay también cierta
carencia de hombres que aprendan o practiquen tango - cada vez menos, por suerte -, así que yo he visto a
amigas tangueras aprender o desempeñar esporádicamente el rol de “conductor”
con la sana intención de no permanecer sentadas más de la cuenta en la milonga.
Este extremo creo que no se menciona.
Por otro lado, no creo acertado, en mi opinión, atribuir la “marca”
exclusivamente a las vacas. Bien entendido que la ponencia desarrollaba la importancia del lenguaje en el tratamiento de roles. Ciertamente que la marca del tango no tiene nada
que ver con esa marca – terrible para el animal – de las vacas. Sigo de acuerdo
con mi profesor que una marca adecuada facilita
el baile y ayuda a coordinar los movimientos de la pareja, sea quien sea el
que marque y el que sepa interpretar adecuadamente esa marca. Y en todo caso, llámese de otra forma si ésta no se considera adecuada.
En la ponencia se dice que el comienzo del cambio fue cuando el seguidor (tradicionalmente la mujer) comenzó a intervenir activamente en el baile aunque respetando la dinámica del mismo y dentro del tiempo que se marcaba, aceptando el juego de intercambios de “propuesta” y “respuesta” y pasando después a planteamientos más progresistas en la actividad más autónoma de cada uno de los bailarines. Pero yo en esto último no consigo imaginar cómo podría resolverse la coordinación en el caso de máxima autonomía por parte de ambos, (base del Tango danza: dos bailarines, dos seres fundidos en uno que evolucionan al unísono). Creo por último y estoy plenamente de acuerdo con las ponentes que la evolución de la sociedad marca la evolución del tango de forma natural. Y naturalmente avanzará de forma desigual en las diferentes culturas. La lucha por este logro es necesaria, como lo es la lucha por avanzar en derechos de igualdad. También que la mejor lucha quizá sea la práctica diaria.
Resumiendo, me resultó altamente instructiva y muy interesante, sobre todo en el avance hacia la comprensión de la visión que sobre el tango pueda tener la mujer y que todos deberíamos tomar en consideración.
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