La invitación en la milonga es un tema muy comentado en el entorno tanguero. El debate se centra principalmente en la forma supuestamente correcta de hacerlo. En algunas milongas habituales y sobre todo en las milongas programadas en los encuentros y maratones cada vez más se impone la obligación de hacer las invitaciones mediante el viejo sistema rioplatense del cabeceo. Eso implica que se exige no hacerlo en la forma tradicional de nuestro entorno y que ha sido mediante la invitación dirigiéndote directamente a la elegida, o elegido en su caso.
Yo confieso que no soy partidario de este método del cabeceo
y no podría decir porqué exactamente, pero quizá fuese una pista que rechazo
las exageraciones y los protocolos rígidos.
De hecho, no es malo invitar por cabeceo. Aunque yo no lo
practico habitualmente, alguna vez me han invitado o he invitado con la mirada,
pero excepto éstas, siempre lo he hecho de la otra forma. Eso sí, empleando la
corrección en las formas y con el debido respeto a la persona que abordas. Nunca
se me ocurriría hacerlo con el gesto altanero del que está seguro que invitando
está haciendo un inmenso favor. Siempre tengo previsto que no le venga bien
salir a bailar conmigo por cualquier circunstancia y, lejos de insistir, ayudo
a restar violencia a la situación con frases amables como “en otra ocasión”
“Cuando te sientas mejor” – si se excusó y cosas por el estilo. Si comprendo
que no soy adecuado para ella, o si la invitada acepta y observo que no se
encuentra a gusto, no vuelvo a insistir en otras ocasiones. Lo que realmente me
molesta es la exigencia del organizador que da por hecho que lo que él o ella
piensa, lo hace también la inmensa mayoría…y no tiene por qué ser así.
Analicemos algo más: la razón más esgrimida suele ser evitar
la violencia que supone a la mujer decir que no y la vergüenza y bochorno del
varón que regresa con el “rabo entre las piernas”. Bueno, es cierto que a veces
las chicas se tragan invitaciones que no desean
o tienen que decir que no mediante cualquier excusa pero las más de las
veces no sucede esto pues a las milongas y sobre todo a las de los encuentros y
maratones asisten tangueros y tangueras con la suficiente experiencia como para
proporcionar buenos y sentidos momento a la pareja en cada tanda. Y si hay que
decir que no pues se dice y, claro, no voy a decir que siente bien, pero
tampoco que tiene por qué ser un cataclismo. Siempre habrá otras opciones. Por
otro lado, si a mí me molesta el rechazo, también me molestará que la invitada
finja leer el móvil o tuerza el cuello, y pienso que para ella es también algo
violento tener que torcer el cuello…etc.
Otra menos utilizada y que cae por su propio peso sería
apelar a la tradición rioplatense…eso ya fue hace mucho tiempo. Yo diría que en
otra época.
Consustancial a este debate, se agrega las exigencias en la
distribución de las salas. Los asientos deben estar próximos, las mesas grandes
pueden molestar, la separación de sexos… Sobre todo esto último no me gusta en
absoluto. Me recuerda a situaciones algo humillantes. Hay mujeres que les
excita ser elegidas de esta forma pero hay otras que se sienten mercancía a la
espera de demanda.
Finalmente, para mí lo ideal sería poder elegir el sistema o
al menos no ser castigado, expulsado, voceado, avergonzado…por el organizador
si cometes un desliz en la omisión de cabeceo. Una buena fórmula (para mí)
sería advertir que se aconseja…etc y que
cada cual decida según su buen criterio. Y en todo caso, respeto las opiniones
de los que defienden el cabeceo a capa y espada. Faltaría más.
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Imagen: Le Pas Parfaits et dessins Veronique Paquette
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