martes, 14 de julio de 2020

LA INVITACIÓN

La invitación en la milonga es un tema muy comentado en el entorno tanguero. El debate se centra principalmente en la forma supuestamente correcta de hacerlo. En algunas milongas habituales y sobre todo en las milongas programadas en los encuentros y maratones cada vez más se impone la obligación de hacer las invitaciones mediante el viejo sistema rioplatense del cabeceo. Eso implica que se exige no hacerlo en la forma tradicional de nuestro entorno y que ha sido mediante la invitación dirigiéndote directamente a la elegida, o elegido en su caso.

Yo confieso que no soy partidario de este método del cabeceo y no podría decir porqué exactamente, pero quizá fuese una pista que rechazo las exageraciones y los protocolos rígidos.

De hecho, no es malo invitar por cabeceo. Aunque yo no lo practico habitualmente, alguna vez me han invitado o he invitado con la mirada, pero excepto éstas, siempre lo he hecho de la otra forma. Eso sí, empleando la corrección en las formas y con el debido respeto a la persona que abordas. Nunca se me ocurriría hacerlo con el gesto altanero del que está seguro que invitando está haciendo un inmenso favor. Siempre tengo previsto que no le venga bien salir a bailar conmigo por cualquier circunstancia y, lejos de insistir, ayudo a restar violencia a la situación con frases amables como “en otra ocasión” “Cuando te sientas mejor” – si se excusó y cosas por el estilo. Si comprendo que no soy adecuado para ella, o si la invitada acepta y observo que no se encuentra a gusto, no vuelvo a insistir en otras ocasiones. Lo que realmente me molesta es la exigencia del organizador que da por hecho que lo que él o ella piensa, lo hace también la inmensa mayoría…y no tiene por qué ser así.

Analicemos algo más: la razón más esgrimida suele ser evitar la violencia que supone a la mujer decir que no y la vergüenza y bochorno del varón que regresa con el “rabo entre las piernas”. Bueno, es cierto que a veces las chicas se tragan invitaciones que no desean  o tienen que decir que no mediante cualquier excusa pero las más de las veces no sucede esto pues a las milongas y sobre todo a las de los encuentros y maratones asisten tangueros y tangueras con la suficiente experiencia como para proporcionar buenos y sentidos momento a la pareja en cada tanda. Y si hay que decir que no pues se dice y, claro, no voy a decir que siente bien, pero tampoco que tiene por qué ser un cataclismo. Siempre habrá otras opciones. Por otro lado, si a mí me molesta el rechazo, también me molestará que la invitada finja leer el móvil o tuerza el cuello, y pienso que para ella es también algo violento tener que torcer el cuello…etc.

Otra menos utilizada y que cae por su propio peso sería apelar a la tradición rioplatense…eso ya fue hace mucho tiempo. Yo diría que en otra época.

Consustancial a este debate, se agrega las exigencias en la distribución de las salas. Los asientos deben estar próximos, las mesas grandes pueden molestar, la separación de sexos… Sobre todo esto último no me gusta en absoluto. Me recuerda a situaciones algo humillantes. Hay mujeres que les excita ser elegidas de esta forma pero hay otras que se sienten mercancía a la espera de demanda.

Finalmente, para mí lo ideal sería poder elegir el sistema o al menos no ser castigado, expulsado, voceado, avergonzado…por el organizador si cometes un desliz en la omisión de cabeceo. Una buena fórmula (para mí) sería advertir que se aconseja…etc  y que cada cual decida según su buen criterio. Y en todo caso, respeto las opiniones de los que defienden el cabeceo a capa y espada. Faltaría más.

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           Imagen: Le Pas Parfaits et dessins Veronique Paquette

http://tangoenvalencia.es


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