Creo, como todos que esto pasará alguna vez y llegará a ser
un mal recuerdo. Al tiempo me doy cuenta de lo débiles y efímeros que somos. Ni
siquiera puedo saber si la infección está ya en mi cuerpo, silenciosa,
traidora, burlándose de mis torpes precauciones sanitarias.
Me he detenido algo más en mirar al fondo, hacia la silueta
del hospital de mi barrio intentando adivinar los dramas, esperanzas, dolor y
alivio que subyacen tras las ventanas. Y entonces me ha dado por pensar en qué
condiciones volveremos atrás. Qué factura tendremos que pagar.
Pienso que ya nada será lo mismo. Que habrá de pasar una o
dos generaciones para olvidar esta peste contemporánea, increíble, inesperada.
Que aun así seguramente nos quedará la memoria histórica y colectiva. Otra
memoria ochenta y cuatro años después de la anterior.
Me pregunto si mi pasión por el Tango seguirá indemne tras
este apocalipsis. Si el mundo del Tango familiar para todos nosotros se
mantendrá o cambiará y cómo y cuánto.
Me pregunto si volveremos a encontrarnos todos de nuevo en
las milongas habituales, qué nos contaremos, si nos besaremos y abrazaremos
como solíamos antes de la plaga o nos sentiremos apestados y guardaremos
distancias entre nosotros.
Si seguiremos viajando en busca de encuentros y festivales
internacionales o nos anclaremos en nuestros entornos. Si seguiremos anhelando partir
en los cruceros de tango a la meca del tango porteño.
Me pregunto si quizá complementaremos los chalecos y
tirantes y los escotes y brazos sensualmente desnudos con diseños no menos
coquetos de guantes masculinos y femeninos a juego con la indumentaria. Quizá
con un fino foulard abandonado ante la boca. Si tras el cabeceo – ahora sí
aceptado por todos- nos abrazaremos al modo milonguero o cambiaremos al abierto
más de cultura nórdica y oriental. Si nuestro cálido sentir mediterráneo se
enfriará y virará hacia el frío norte.
Me intriga saber si las milongas serán más concurridas y
buscadas como ha sucedido con los bailes en las guerras, donde al darnos cuenta
de lo efímera que es la vida nos lancemos, desmadremos, nos haga vivir más
intensamente, compulsivamente. Si el cartero llamará por segunda vez a nuestras
puertas. O si quizá languidezcan en el abandono y la tristeza. El tango es
triste por naturaleza y no sé si ayudará.
Quizá el ser humano tiene la capacidad de olvidar
rápidamente y seamos capaces de retomar todo “como lo dejamos ayer”.
Quizá cuando invitemos a alguna bailarina o bailarín nos
diga “Me debías esta tanda. Me dijiste que la próxima era para mí”. Quizá
cuando acabe la tanda alguien nos diga: ”Gracias. Hasta la próxima” y nos dé un
beso en la mejilla sin saber muy bien cuándo llegará esa próxima vez.
NOTA: El presente artículo sepublicó en el Foro tanguero el 17 de Marzo de 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario