Teresa fue mi profesora de Tango preferida. Tanto que no me atreví a sustituirla por ninguna otra. Durante dos años nos intentó transmitir pacientemente la milonga lisa y a traspié. No se cómo no perdió ella la paciencia con nuestra torpeza.
Su técnica se apoyaba en el profundo conocimiento de la
música que practicaba y de la que vivía. Y luego, claro, su amor por el tango.
Cuando te enseñaba algo lo veías desde el mismo momento en
que te verbalizaba lo que tenías que hacer. Era capaz de hacerte comprender sin
apenas esfuerzo y sobre todo te transmitía la emoción del baile en cada clase.
Y luego, ya digo, su paciencia sin
límite.
Pero desde la primera vez que la vi aun sin conocerla
todavía, destacó en mí su aspecto dulce, frágil, sensible. Fragilidad que luego
se reveló como una fortaleza increíble.
Luchó contra la adversidad con tesón, sin dar tregua al
desánimo como solo una mujer es capaz de conseguir. En la familia tanguera
conozco dos casos, y ambos eran mujeres.
Nos contagió las ganas de vivir. Las tandas con Teresa eran
vividas, sentidas. Desde que me atreví a invitarla a bailar hasta ahora mismo
mis tandas con Teresa eran encanto y sensibilidad. A Teresa le apasionaban los
valses criollos sobremanera. Más de una vez me invitaba a bailar una tanda de
valses que ejecutábamos emocionados. No importaba que las últimas a veces ya no
se pudiesen completar. Teresa bailó Tango hasta el final y ese entusiasmo
llenaba con creces todas las tandas bailadas y no bailadas. Ponían en evidencia
el increíble afán de superación, de aferrarse a la vida.
Los músicos tienen algo en su arte que los hace diferente al
resto de los mortales. Se elevan sin esfuerzo y descienden a tu lado a pesar de
tu incapacidad y te hacen sentir bien y no te hacen sentir inútil. Teresa, ya
lo he dicho, era música.
Mientras escribo estas sentidas palabras por mi profe del
alma, mi amiga, mi bailarina de tango, escucho a Jose Luis Perales, el músico
de referencia de mi tierra chica cantando la bella canción “Y a su barco le
llamó libertad” y se me antoja que no ha surgido casualmente en mi reproductor,
sino que coincide plenamente con el sentimiento que me invade en estos
momentos. Y no puedo sustraerme a la tentación de insertarlo en este artículo.
Teresa navega libre por el mar que todos habremos de transitar.
Imagen con autorización de la familia Mis agradecimientos a
Paloma